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Encuentro lésbico tabú: la fantasía prohibida de las mujeres maduras

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«No puedo creer que esto esté pasando realmente», jadeó Siri mientras yacía en la camilla, con las piernas abiertas en señal de sumisión al proceso de inseminación del Dr. Rock. Había acudido a él tras oír hablar de su éxito con mujeres desesperadas por tener hijos, y ahora que por fin le estaba introduciendo el pene en su fértil útero, no podía evitar sentirse a la vez aterrorizada y eufórica.

Cuando él comenzó a empujar dentro de ella, cerró los ojos y dejó escapar un gemido de placer mezclado con incomodidad. Se sentía tan extraño tener la semilla de otro hombre dentro de ella, pero al mismo tiempo, había algo increíblemente excitante en ello. Ya podía sentir el familiar cosquilleo en la parte baja, una señal reveladora de que estaba excitada a pesar de las circunstancias inusuales.

Siri se mordió el labio e intentó concentrarse en cualquier cosa que no fueran las intensas sensaciones que recorrían su cuerpo. Pero entonces, justo cuando el Dr. Rock estaba a punto de correrse dentro de ella, oyó que llamaban a la puerta. El pánico se apoderó de su corazón; ¿y si era otra persona? ¿Qué pensarían si entraban y los pillaban así?

Sin embargo, antes de que pudiera decir o hacer nada, el Dr. Rock soltó un rugido primitivo y la llenó con su semilla caliente. Cuando se retiró, oyó otro golpe en la puerta, esta vez más fuerte. Su mente se aceleró mientras trataba de pensar en una explicación para justificar por qué había una consulta médica llena de mesas de exploración manchadas de semen.

En ese momento, la puerta se abrió y entró Lena Paul, con aspecto agitado y sin aliento. «Dios mío», exclamó al ver el desastre. «¿Qué ha pasado aquí?».

Siri abrió la boca para hablar, pero no le salieron las palabras.

Lena jadeó al ver la escena que tenía ante sí: Siri tumbada desnuda en la mesa, con las piernas aún abiertas por el reciente procedimiento de inseminación; semen fresco brotando de su coño y goteando sobre el suelo; el abrumador olor a sexo impregnando el aire. No podía creer lo que estaba viendo: ¡esto no debía suceder durante una cita rutinaria!

Sus ojos se encontraron con los de Siri, y ambas mujeres eran claramente conscientes de lo tabú de su situación. Lentamente, Lena se acercó, con la mirada fija en el rastro de semen que conducía al coño húmedo de Siri. Sin pensarlo, extendió la mano y pasó la lengua por el brillante rastro, saboreando la mezcla salada de semen y fluidos femeninos.

«Joder», gimió Siri suavemente, arqueando la espalda mientras Lena seguía lamiéndola hasta dejarla limpia. Se sentía tan bien, aunque estuviera mal, especialmente porque estaba mal. Las dos mujeres volvieron a mirarse a los ojos, compartiendo una sonrisa secreta mientras ambas se rendían a sus deseos prohibidos.

Sin romper su intensa mirada, Lena se arrodilló entre las piernas de Siri y se sumergió en su coño con un rápido movimiento, metiéndose toda la polla de la mujer mayor en la boca. Empezó a mover la cabeza arriba y abajo, sacando la lengua para provocar el sensible clítoris de Siri. Mientras tanto, Siri agarró un puñado del pelo de Lena y se aferró a él, perdida en la sensación de ser comida por otra mujer.

A medida que los esfuerzos de Lena se volvían más frenéticos, Siri podía sentir cómo se acercaba el clímax. «Eso es, nena», susurró con voz ronca. «Címbrenme… hágame correrme…». Y con esas palabras, Siri tuvo un orgasmo intenso, sus caderas se levantaron de la mesa y el semen caliente salió disparado de su coño hacia la boca ansiosa de Lena.

Agotadas pero satisfechas, las dos mujeres se miraron con un nuevo respeto y deseo. «Bueno», dijo Lena finalmente, rompiendo el silencio. «¿Quieres follar o voy yo primero?». Ambas se rieron, sabiendo que solo había una respuesta a esa pregunta. Mientras se besaban apasionadamente, sus manos comenzaron a explorar los cuerpos de la otra una vez más, esta vez con la intención de llevar las cosas aún más lejos que antes.

Y así comenzó un tórrido encuentro lésbico del que se hablaría durante años; una aventura ilícita entre dos mujeres maduras que no pudieron resistirse a la irresistible atracción de sus propias fantasías prohibidas. Mientras los gemidos y los golpes de carne llenaban la habitación, se olvidaron por completo del desastre que habían creado y se centraron únicamente en satisfacer sus deseos más profundos y oscuros.

Al final, se derrumbaron juntas en el suelo, cubiertas de sudor y semen, pero completamente felices. «¿Ha merecido la pena?», preguntó Lena sin aliento, mirando a los ojos de Siri. «Cada puto segundo», respondió Siri con una sonrisa, antes de inclinarse para darle otro beso. Y con eso, continuaron su inolvidable viaje al territorio tabú, sin importarles las consecuencias ni los juicios, solo su ardiente deseo mutuo.


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