Una joven llamada Querida busca trabajo como entrenadora de esclavas sexuales. Asiste a una entrevista en una mansión apartada donde conoce al Maestro Oskar, quien dirige un programa de entrenamiento BDSM para clientes adinerados. La entrevista no va bien al principio debido a la falta de experiencia de Querida, pero cuando menciona su disposición a someterse a un entrenamiento extremo, el Maestro Oskar toma nota. Le ofrece la oportunidad de demostrar su valía sometiéndose a su riguroso programa de entrenamiento BDSM. Emocionada por la perspectiva, Querida acepta y se encuentra atada, amordazada y sometida a diversas formas de tortura, incluyendo tortura de clítoris, estiramiento anal e inserción de grandes tapones anales. Durante todo el calvario, debe cantar repetidamente «Soy tu perra» mientras soporta intenso dolor y placer. Como parte de su entrenamiento, Querida también participa en tríos con otras esclavas bajo la atenta mirada del Maestro Oskar. A pesar del miedo que a veces siente, experimenta una innegable emoción al superar sus límites, tanto física como mentalmente. ¿Sobrevivirá Querida a este agotador proceso? Y, de ser así, ¿qué será de ella una vez que salga de su oscura prueba?
Lo primero que Querida notó fue cómo la mansión parecía imponerse sobre sus alrededores, como si desafiara a cualquiera a acercarse. No fue hasta que tocó el timbre que se dio cuenta de lo aislado que estaba el lugar. Cuando la puerta finalmente se abrió, se encontró cara a cara con un hombre mayor de aspecto severo que se presentó como el Maestro Oskar. Su mirada recorrió su cuerpo de arriba abajo antes de posarse en su currículum con una mirada de desaprobación.
«No tienes mucha experiencia», declaró sin rodeos. «¿Por qué debería considerarte para este puesto?»
Querida respiró hondo, intentando controlar los nervios. Esta era su gran oportunidad; no podía dejarla escapar. «Entiendo que la mayor parte de mi experiencia es académica, señor», respondió con sinceridad. «Pero le aseguro que estoy más que dispuesta a seguir su programa de formación».
El Maestro Oskar arqueó una ceja ante su atrevida afirmación. «¿Estás segura?»
La condujo a una habitación en penumbra donde el aire estaba cargado de anticipación y tensión. Podía oír los sonidos apagados de sus anteriores aprendices de fondo. El Maestro Oskar le explicó las reglas y comenzó a demostrarle las diversas herramientas y técnicas que usaría para entrenarla. Le ató las manos por encima de la cabeza, le amordazó la boca y comenzó con un ligero tormento en el clítoris, asegurándose de forzar sus límites con suavidad al principio. A medida que el dolor y el placer se mezclaban, Querida sintió una extraña excitación creciendo en su interior. Cantaba «Soy tu perra» una y otra vez, cada palabra puntuada por un tirón brusco en sus ataduras o una repentina explosión de sensaciones.
Después de horas de entrenamiento incansable, el Maestro Oskar decidió llevar las cosas al siguiente nivel. Ordenó a otros dos esclavos entrar en la habitación, y pronto Querida se vio envuelta en un trío, siendo utilizada por ambos hombres mientras el Maestro Oskar observaba atentamente. La experiencia fue abrumadora, pero había algo primario y emocionante en someterse a sus deseos. Gemía alrededor de su mordaza mientras se turnaban para complacerla, sus manos ásperas explorando cada centímetro de su cuerpo.
A medida que avanzaba la noche, la mente de Querida comenzó a desdibujar los límites entre el dolor y el placer, el miedo y el deseo. Perdió la noción del tiempo y la realidad, completamente absorta en las sensaciones que corrían por sus venas. Cuando el amo Oskar finalmente la liberó de sus ataduras, se sintió completamente agotada, pero extrañamente satisfecha. La elogió por su disposición a someterse y la declaró lista para un entrenamiento más avanzado.
A partir de ese día, Querida se convirtió en una figura fija en el programa de entrenamiento del amo Oskar, ascendiendo hasta convertirse en una de sus esclavas más confiables y hábiles. Su comportamiento tímido dio paso a una zorra segura y desinhibida que disfrutaba superando sus límites. Aprendió a aceptar su rol como entrenadora de esclavas sexuales, usando sus nuevas habilidades para complacer y satisfacer a sus clientes de maneras que nunca imaginaron posibles. Y aunque a veces extrañaba su antigua vida, sabía en el fondo que ésta era su verdadera vocación: ser un recipiente de placer y dolor, un testimonio viviente del poder de la sumisión y la dominación.
