Valery es mi chica, siempre lo ha sido. Y cuando llega el verano, nos divertimos mucho. Le encanta atarme y hacerme el amor hasta dejarme sin sentido mientras la observo disfrutar con otros. Pero este año iba a ser diferente; Valery había comprado un columpio sexual nuevo solo para nuestras ardientes noches de verano juntos. En cuanto se puso el sol, Valery salió de su habitación vestida únicamente con un diminuto bikini negro de tanga que apenas contenía sus enormes tetas y su trasero voluptuoso. Me sonrió con picardía, sabiendo perfectamente lo que tenía preparado para esta noche.
Gemí de anticipación mientras Valery me guiaba al sótano donde había instalado el columpio. La habitación estaba oscura, salvo por un foco que iluminaba el centro, donde el columpio colgaba suspendido del techo. Mi corazón latía con fuerza de la emoción mientras veía a Valery subirse al columpio, probando su resistencia antes de hacerme una señal para que me uniera a ella. En cuanto estuve bien sujeto al otro extremo del columpio, Valery comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás, su cuerpo rozando el mío con un ritmo lento y sensual. Se inclinó hacia adelante y pasó la lengua por mi lóbulo antes de susurrarme cosas sucias al oído que hicieron que mi pene se contrajera dentro de mis pantalones.
Justo cuando pensaba que las cosas no podían ponerse más calientes, Valery dejó de mover el columpio y se llevó la mano a la espalda para desabrocharse la parte de arriba del bikini. Sus perfectos pechos se desbordaron, pesados y firmes, suplicando ser tocados. Sin que me lo pidiera, me incliné hacia adelante para tomar uno de sus pezones con la boca, succionándolo suavemente mientras mi otra mano se abría paso entre sus piernas. Valery gimió fuerte, echando la cabeza hacia atrás de placer mientras la acariciaba con los dedos a través de su diminuta braguita. Arqueó la espalda, empujando sus pechos aún más contra mi cara mientras restregaba sus caderas contra mi mano. No tardó en correrse, todo su cuerpo temblando de placer mientras gritaba mi nombre.
Satisfecha con mis esfuerzos, Valery comenzó a mover el columpio de nuevo, esta vez más rápido y con más fuerza.
Para cuando Valery por fin dejó de mover el columpio, estábamos exhaustos y jadeando. Nuestros cuerpos estaban pegajosos de sudor y de nuestros fluidos. Se bajó del columpio, desabrochándome con cuidado para no lastimarme. Caí de bruces al suelo, sin aliento tras nuestra intensa sesión. Valery se arrodilló a mi lado, acariciándome el pelo mientras me besaba suavemente la frente. «Eso», dijo con voz ronca, «fue increíble».
Sin decir una palabra más, se levantó y caminó hacia las escaleras, moviendo las caderas de forma provocativa en aquel diminuto bikini de tanga. No pude evitar mirar cómo se movían sus nalgas de forma seductora mientras subía los escalones, sabiendo que habría muchas más noches como aquella durante nuestro caluroso verano juntos.
