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La seducción en la oficina de Danni Gilda: Medias negras y deseo prohibido

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Danni Gilda es una mujer seductora que trabaja como secretaria en una importante oficina. Siempre ha envidiado a la esposa de su jefe porque cree tener todo lo que desea, incluyendo un cuerpo escultural. Un día, cuando todos se van temprano debido a una reunión de emergencia convocada por el propio jefe, Danni decide tomar cartas en el asunto y le hace insinuaciones mientras viste sensuales medias negras de nailon y tacones altos. Mientras mantienen relaciones apasionadas en su escritorio, sus acciones se vuelven cada vez más tabú mientras exploran juntos nuevos niveles de placer prohibido. A pesar de saber que está mal, ya no pueden resistirse a la fascinación mutua. ¿Las descubrirán? ¿O este romance secreto seguirá alimentando su deseo mutuo?

En cuanto la oficina quedó vacía, Danni Gilda se apresuró a cambiarse por algo más revelador. Se quitó la ropa de trabajo y se puso unas brillantes medias negras de nailon, subiéndolas por encima de sus curvas. A continuación, un bralette de encaje que ceñía sus generosos pechos antes de ponerse una tanga. Finalmente, se puso unos altísimos tacones de aguja que acentuaban aún más sus ya impresionantes curvas. Con una sonrisa de satisfacción en los labios, Danni regresó a la oficina, ahora desierta, y se dirigió al escritorio de su jefe. Él siempre había sido estricto pero justo con ella, y ella sabía que sentía predilección por la voluptuosa figura de su esposa. Respirando hondo, se desabrochó lentamente la blusa, dejando al descubierto su voluminoso escote a través de la fina tela del sujetador. Su jefe levantó la vista de sus papeles, sorprendido por el repentino cambio de aires. Sus ojos se clavaron en el pecho de Danni, y ella pudo ver el deseo ardiente que ardía en ellos. Sin decir palabra, se acercó hasta que casi se tocaron, sus cuerpos a escasos centímetros de distancia. Sus manos se deslizaron bajo la falda, rozando la suave tela de nailon que cubría sus bragas.

Su mirada seguía cada movimiento de ella, y no pudo evitar gemir de agradecimiento cuando ella echó la silla hacia atrás y se subió a su escritorio.

Danni lo montó a horcajadas, su tanga apenas ocultaba su excitación. Se inclinó hacia delante, dejando que sus pechos colgaran tentadoramente cerca de su rostro. «Fóllame», susurró seductoramente, «conviérteme en tu pequeña zorrita». No necesitó más palabras. Con un movimiento rápido, le levantó la falda y hundió la cara en su coño, lamiendo y chupando como un hombre hambriento. Danni gimió con fuerza, agarrándose al borde del escritorio. «Sí, cariño, cómeme», le instó, frotando su coño contra su boca. Él respondió deslizando un dedo dentro de ella, curvándolo justo en el punto justo para alcanzar ese punto dulce. Danni arqueó la espalda, gritando de éxtasis. «Fóllame mi estrecho agujero», exigió, tirando de él hacia arriba por el cuello. Él obedeció, arrancándole el sujetador y sumergiéndose en sus pechos, apretando y chupando sus pezones. Su pasión se intensificaba con cada embestida, sus ropas volaban por todas partes mientras se perdían en el momento. Sus cuerpos chocaron a un ritmo que solo la naturaleza podía dictar. La folló con fuerza, penetrando profundamente en su humedad. «¡Oh, Dios, sí!», gritó Danni, «¡Fóllame como una puta sucia!». Él obedeció, embistiéndola con fuerza implacable. El escritorio crujió bajo su peso, pero a ninguno le importó. Lo único que importaba era el intenso placer que corría por sus venas.

Finalmente, sintió que se acercaba el clímax. «Me voy a correr», gruñó, acelerando el paso. Danni lo acompañó embestida tras embestida, animándolo. «Córrete dentro de mí», suplicó, «llena mi coño con tu semen caliente». Con una última embestida poderosa, explotó dentro de ella, llenando su útero con su esencia. Ambos se desplomaron, exhaustos y satisfechos, con la respiración agitada y entrecortada.

Al recuperar el aliento, Danni le sonrió. «Fue increíble», dijo, pasándose una mano por el pelo despeinado. Él asintió, acercándola para besarla. «No deberíamos volver a hacer esto», advirtió, «pero no puedo resistirme a ti». Danni rió entre dientes, sabiendo perfectamente que su romance secreto seguiría alimentando su deseo mutuo.


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