Pernilla Joy era una rubia tetona y voluptuosa a la que le encantaba vestirse con ropa vintage, especialmente medias de nailon de estilo retro. Tenía una colección de docenas de pares, cada uno más atractivo que el anterior. Hoy decidió lucir un conjunto especialmente sexy de su colección: medias negras con encaje y ligueros a juego. Mientras se ponía los tacones y se alisaba la falda, Pernilla no pudo evitar admirarse en el espejo. El ajustado encaje negro se ajustaba a la perfección a sus voluptuosas curvas, resaltando cada bulto y pliegue. Con una sonrisa sensual, bajó las escaleras donde la esperaba su novio.
«¡Guau, cariño!», exclamó al verla entrar en la habitación. «Estás buenísima».
Halagada por su cumplido, Pernilla se acercó a él y le ofreció un baile erótico lento, aún vestida. Podía sentir su pene retorciéndose contra sus pantalones mientras ella meneaba las caderas sugerentemente. Cuando finalmente dejó de bailar, compartieron un beso apasionado que los dejó a ambos sin aliento. Sin romper el beso, se tambalearon hacia el dormitorio, donde continuaron su romance entre ropa tirada y gemidos de placer. Pernilla tomó el control de la situación, ordenando a su novio que se desnudara antes de sentarse a horcajadas sobre él, vestida únicamente con sus medias negras y un sujetador a juego. Se frotó contra él, tomando toda su longitud dentro de ella en un movimiento rápido. Cuando comenzaron a moverse juntos, Pernilla se inclinó hacia adelante para jugar con sus pezones a través de la fina tela de su sujetador mientras también se agachaba para acariciarse a través de sus bragas húmedas.
Su ritmo sensual solo se intensificó cuando Pernilla metió la mano detrás de su espalda para desabrochar una de sus ligas, revelando más piel desnuda mientras la liga de encaje caía por su brazo. Su novio no pudo soportarlo más; se apartó de ella el tiempo suficiente para agarrar un condón antes de sumergirse de nuevo dentro de ella. Reanudaron donde lo habían dejado, embistiendo más fuerte y rápido a medida que se acercaban al clímax. Lily cabalgó a su hijastro con desenfreno, sus pechos rebotando con cada movimiento. Sentía que se acercaba al clímax y aceleró sus movimientos para adaptarse a su urgencia. Sus manos la sujetaron por la cintura con fuerza, acercándola más a él con cada embestida. Sus gemidos llenaban la habitación, resonando en las paredes en una sinfonía de lujuria.
«Fóllame más fuerte», jadeó Lily, con la voz ronca de tanto gritar. «Quiero tu semen dentro de mí».
Su hijastro obedeció, embistiéndola con todas sus fuerzas. Sentía que su orgasmo crecía y sabía que estaba a punto de correrse. Con una última embestida, se enterró profundamente en ella y explotó, llenándola de su semen caliente. Lily gritó de éxtasis al sentirlo eyacular dentro de ella; su propio orgasmo la azotó como un maremoto.
Se desplomaron juntos en el sofá, con el cuerpo cubierto de sudor y la respiración entrecortada. Lily apoyó la cabeza en el pecho de su hijastro, escuchando cómo sus latidos se calmaban. Sonrió con satisfacción, sabiendo que no sería la última vez que se entregarían a placeres tan pecaminosos. Mientras yacían allí, recuperándose de su intenso encuentro, Lily le susurró al oído: «Fue increíble, cariño. ¡Qué ganas de volver a hacerlo!». Su hijastro sonrió, besándola en la frente, y respondió: «Yo tampoco, mamá». Ambos sabían que su relación acababa de dar un giro nuevo y emocionante, uno que estaban ansiosos por explorar más a fondo.
