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Hijastro expone el deseo oculto de su madrastra en un desagradable video porno de venganza

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Kagney Linn Karter era una rubia despampanante, con sus grandes pechos moviéndose de forma provocativa al entrar en la habitación. Acababa de llegar a casa tras un largo día de trabajo y se sorprendió al encontrar a su hijastro, Lucas, tumbado en el sofá. Lucas era un joven de unos dieciocho años, con una curiosidad insaciable por el sexo. No podía evitar fantasear constantemente con su guapísima madrastra.

Mientras intercambiaban saludos, Lucas no podía apartar la vista del generoso escote de Kagney. Su miembro se erizaba bajo sus pantalones, ansioso por liberarse. De repente, se le ocurrió una idea. «Oye, Kagney», dijo con naturalidad, «pensaba que podríamos ver una película juntos».

Kagney sonrió cálidamente y aceptó, sin darse cuenta de lo que realmente pasaba por la cabeza de Lucas. Mientras se acomodaban en el sofá, Lucas extendió la mano con displicencia y encendió la televisión. Sin embargo, en lugar de seleccionar una película, accedió a una página web privada de streaming que había descubierto antes. El sitio contenía montones de videos porno, ¡incluyendo uno protagonizado nada menos que por la mismísima Kagney!

Lucas sonrió triunfante al ver el video aparecer en la pantalla. En él se veía a Kagney en todo su esplendor: chupando pollas, montándolas y recibiendo corridas como una profesional. No podía creer su suerte. ¡Ahí estaba, a punto de ver a su sexy madrastra realizar actos obscenos justo delante de él!

Mientras tanto, Kagney estaba ajena al hecho de que estaba a punto de ser expuesta. Estaba absorta en sus pensamientos, recordando con cariño cuánto disfrutaba de la intimidad con su exmarido. Lo que no sabía era que su hijo (ahora padre de Lucas) había filmado sus momentos más apasionados sin su consentimiento. El video comenzó a reproducirse y Kagney jadeó audiblemente al verse siendo penetrada por detrás por un desconocido. Su rostro se enrojeció de vergüenza y pudor, pero también de excitación. Mientras se veía gemir y suplicar por más sexo, sus manos, instintivamente, se deslizaron bajo su falda, rozando su vulva a través de las bragas.

Mientras Kagney seguía viéndose en la pantalla, sintió una intensa mezcla de emociones recorrer su cuerpo. Estaba horrorizada y excitada a la vez por lo que veía. Sus dedos se movían más rápido bajo la ropa, intentando desesperadamente aliviar la presión que se acumulaba en su interior. De repente, Lucas carraspeó, rompiendo el silencio que había invadido la habitación. Sobresaltada, Kagney lo miró, con el pánico reflejado en su rostro. —¿Q-qué haces? —tartamudeó con voz temblorosa.

—Nada en especial —respondió Lucas con indiferencia, dando un trago a su cerveza—. Solo pensé que podríamos ver una película juntos. Sonrió para sus adentros, sabiendo que la había pillado con las manos en la masa.

La mente de Kagney daba vueltas, intentando encontrar una explicación a su excitación. No podía decirle la verdad a Lucas: que llevaba meses fantaseando con él en secreto. En vez de eso, forzó una risa y dijo: «Supongo que hoy estoy cachonda».

Lucas soltó una risita oscura, su miembro palpitando de nuevo al pensar en lo dispuesta que estaba su madrastra. Sin decir palabra, se levantó y se desabrochó los pantalones, dejándolos caer al suelo. Su enorme erección quedó al descubierto, apuntando directamente a Kagney como una pistola.

«¿Qué quieres que haga con esto?», preguntó con voz baja y amenazante.

Kagney tragó saliva con dificultad, con el corazón latiéndole a mil por hora. Sabía que no tenía más remedio que obedecer si quería mantener a salvo su sucio secreto. Lentamente, se puso de pie y se acercó a Lucas, sin apartar la vista de su miembro erecto. Extendió la mano con timidez y lo rodeó con ella, acariciándolo suavemente un par de veces.

—Eso es, nena —gruñó Lucas—. Acostúmbrate al tamaño. Porque esta noche, te lo vas a tragar entero.

Dicho esto, la agarró del pelo con brusquedad y le acercó la cabeza a su pene. Lo guió hasta su boca, empujándolo más allá de sus labios hasta que sintió la punta rozando el fondo de su garganta. Ella tuvo una leve arcada, pero no se apartó. En cambio, dejó escapar un pequeño gemido de sumisión mientras comenzaba a mover la cabeza arriba y abajo sobre su miembro. Mientras tanto, Lucas se quitó los zapatos y se bajó la cremallera, liberando su pene palpitante. Se acercó a Kagney, alineando sus caderas con las de ella, y colocó su miembro erecto en su entrada húmeda. Con una potente embestida, penetró en ella, llenándola por completo.

Comenzó a penetrarla con fuerza, sus cuerpos chocando en una danza rítmica de lujuria y deseo. Kagney se aferró a los hombros de Lucas con todas sus fuerzas, clavando las uñas en su piel mientras gritaba de placer mezclado con dolor. Mientras hacían el amor, sus mentes se llenaron de pensamientos tabú y deseos prohibidos. Al fin y al cabo, eran familia. Pero ninguno de los dos podía negar la intensa química entre ellos ni los impulsos primarios que los llevaban a buscar satisfacción a cualquier precio.

Finalmente, con un fuerte grito de liberación, Lucas eyaculó dentro de Kagney, llenándola con su semen caliente. Ella también llegó al clímax, su vagina palpitando alrededor de su pene mientras dejaba escapar largos gemidos de éxtasis. Derrumbándose juntos en el sofá, sus cuerpos sudorosos pegados, Kagney y Lucas se miraron a los ojos. Por un breve instante, vieron en el otro algo que trascendía los lazos de sangre. Entendían que habían cruzado una línea que jamás podría volver a cruzar, y sin embargo no podían evitar sentir una extraña satisfacción por su nueva conexión.


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