Baebi Hel: En cuanto entró en la habitación tenuemente iluminada, Baebi sintió cómo la tensión crecía entre sus muslos delgados y suaves. El aroma a almizcle llenaba el aire a su alrededor; era casi embriagador. Sabía lo que la esperaba dentro: dos pollas ansiosas, listas para llenar cada centímetro de sus orificios hambrientos. La primera…
